Me marcho, sin rencor, sin odio… Así que no hace falta que diga nada.
No hay discurso que pueda reparar lo que fuimos.
No hay palabras que resuciten lo que murió.
Por Ehab Soltan…… De (Limonero2)
Hoylunes – La encontré por casualidad, como ocurren las cosas que están destinadas a ser vistas una última vez.
Ella estaba allí, en la misma mesa de siempre, con el café que nunca terminaba, con los ojos que alguna vez me enseñaron lo que era el amor. Pero esta vez, había algo diferente. No era su cabello cayendo sobre los hombros, ni la forma en que sus labios se movían al hablar con alguien más. Era el espacio invisible entre nosotros, el abismo que el tiempo había cavado sin que nos diéramos cuenta.
Me quedé de pie en la acera, observando la escena como un extraño que ve su propia vida desde afuera. En mi bolsillo, mi mano se cerró sobre un papel arrugado: la última carta que nunca le envié.

<<No somos los mismos, y quizás nunca lo fuimos.
Me enseñaste lo que era el amor, y luego, sin darte cuenta, me enseñaste a sobrevivir sin él.
Hoy, al verte desde la distancia, entiendo que no hay más batalla que luchar, ni palabras que puedan coser lo que el tiempo ha desgarrado.
No soy tuyo, y no eres mía.
Solo somos dos sombras que alguna vez compartieron la misma luz.
Así que me marcho, sin rencor, sin odio…
Pero con la certeza de que, en esta despedida, yo soy el que gana.
Porque finalmente, soy libre>>.
Doblaba la esquina cuando el viento arrancó el papel de mi mano. No me volví para verlo volar. No había necesidad.
Ya lo había dejado ir.
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